Parte 1: El laberinto del Paisaje heredado: Descifrando una narrativa en tensión
Por Carlos Garzón E.
Como lo ha mencionado en diferentes ocasiones Yuval Noah Harari, los seres humanos somos contadores de historias. Creamos narrativas para dar sentido al mundo, para organizar nuestras sociedades y para definir lo que valoramos. Los paisajes, especialmente aquellos que ungimos con el título de «Patrimonio de la Humanidad», son lienzos donde estas historias se inscriben y se reinterpretan. El Paisaje Cultural Cafetero de Colombia (PCCC) es uno de esos relatos épicos: una saga de adaptación humana, esfuerzo generacional y la alquimia entre naturaleza y cultura que nos ha dado uno de los cafés más apreciados del planeta. Pero, como toda gran narrativa, enfrenta el desafío de su propia evolución.
La historia oficial, la que resuena en los documentos de la UNESCO y en las estrategias de promoción, ha resonado en muchas personas, pero quizá no lo suficiente. Habla de una tradición centenaria, de fincas y pueblos tejidos en montañas imposibles, de una cultura cafetera que es un «Valor Universal Excepcional» VUE. Es una historia necesaria, que ha permitido el reconocimiento y la movilización de esfuerzos para su conservación. Sin embargo, esta narrativa, como cualquier otra, no es la única que se cuenta en este vasto territorio. Otras historias, a menudo más prosaicas pero quizá más potentes, pugnan por su espacio: la historia del desarrollo económico que busca expandirse, la de las infraestructuras que demandan paso, la de nuevas agriculturas que prometen mayor rentabilidad, o la de las comunidades que aspiran a futuros diversos, no siempre anclados exclusivamente en el grano de café.
Aquí es donde los mecanismos que hemos forjado para custodiar este patrimonio –nuestras intrincadas estructuras de gobernanza y el propio Plan de Manejo– aspiran a ser los editores de una compleja obra colectiva. Su misión declarada: armonizar un coro de voces dispares, tejer un relato coherente que dé sentido al paisaje y asegurar que la historia perdure para las generaciones venideras. Sin embargo, esta sala de edición a menudo se revela como un intrincado laberinto donde las directrices de un nivel jerárquico forcejean con las realidades y resistencias del siguiente. La gobernanza del PCCC, con su vasta red de instituciones nacionales, regionales y locales, es un claro ejemplo de esta tensión. Vemos cómo las estrategias concebidas en las alturas –a veces más preocupadas por la apariencia de la acción que por la acción estratégica en sí misma– luchan por descender y materializarse con efectividad. Se convierten en ecos que pierden fuerza y nitidez al intentar permear las autonomías municipales, entidades que, con la descentralización como estandarte, no siempre cuentan con los recursos, la voluntad política o la visión de largo alcance para integrar estas directrices en la gestión cotidiana de sus veredas y cascos urbanos.
A la inversa, la sabiduría local, las necesidades concretas del territorio y las innovaciones que surgen desde la base, a menudo no logran ascender con la suficiente claridad o influencia para reorientar un timón nacional que puede perder el rumbo entre la burocracia, la dispersión de esfuerzos y los intereses sectoriales. El resultado es una suerte de desconexión multinivel, donde los informes pueden convertirse en colecciones de fragmentos que no siempre dialogan entre sí, y la anhelada sinfonía de una gestión territorial coordinada se torna, por momentos, una cacofonía de buenas intenciones y responsabilidades difusas.
El Plan de Manejo, ese elaborado guion que debería orquestar la acción colectiva, a menudo parece concebido con trazos demasiado amplios, dificultando su implementación efectiva. Sus indicadores, aunque bienintencionados, luchan por capturar la vibrante y a menudo caótica complejidad de un territorio vivo. Y su «reflejo espacial» –la necesidad aún ausente de plasmar sus objetivos en el ordenamiento de las ladera, fincas y núcleos urbanos– se diluye en la práctica si no se cuenta con herramientas precisas y la capacidad de los actores locales para interpretar con maestría esta partitura. ¿Será este el instrumento adecuado para proteger, ordenar y gestionar este territorio?
La Federación Nacional de Cafeteros, protagonista indiscutible en la historia del PCCC, ha sido y es un pilar fundamental en la construcción y sostenimiento de este paisaje. Su narrativa está intrínsecamente ligada a la del café y su institucionalidad es una fuerza motriz. Es natural y legítimo que sus intereses, enfocados en la prosperidad de la caficultura, ocupen un lugar central. Sin embargo, la gestión de un patrimonio de la humanidad exige un delicado equilibrio, una orquestación donde la melodía principal del café se armonice con las de la conservación ambiental estricta, la diversidad cultural más allá de lo cafetero y las aspiraciones de TOD@S los habitantes del territorio. Si la narrativa de un actor, por influyente que sea, se vuelve la única audible, se corre el riesgo de que el relato completo del PCCC pierda apropiación, complicidad, riqueza y resiliencia.
Este escenario se tensa aún más por los intereses en disputa que convergen en el PCCC. No es solo un museo al aire libre; es un espacio productivo vital, un destino turístico en auge, un reservorio de recursos naturales estratégicos y, fundamentalmente, el hogar de cientos de miles de personas. Cada uno de estos roles genera intereses, a veces convergentes, a menudo en conflicto. Los balances de poder entre quienes buscan la conservación prístina, quienes impulsan el desarrollo turístico, quienes dependen de la agricultura tradicional y quienes ven oportunidades en nuevos usos del suelo, configuran la realidad cotidiana del paisaje. Una gobernanza eficaz no es la que elimina estas tensiones –eso sería una quimera– sino la que las gestiona de manera transparente, equitativa y con visión de futuro.
El diagnóstico es complejo, las responsabilidades compartidas y los desafíos evidentes. ¿Está el relato actual del PCCC y la forma en que lo gestionamos preparados para el próximo capítulo de su historia, uno que exige mayor integración, adaptabilidad y un propósito que resuene más allá de sus propias fronteras?