En nuestro artículo anterior, introdujimos la idea de la «huella invisible«: esos espacios urbanos que, aunque presentes físicamente, han perdido su resonancia en nuestra memoria colectiva, convirtiéndose en fantasmas arquitectónicos o vacíos emocionales en el tejido de la ciudad. Planteamos la necesidad de ir más allá de los mapas técnicos para empezar a trazar una «Cartografía del Sentido»: un mapa que registre no solo la forma, sino el alma de nuestros entornos.






