Mire un mapa del Quindío, Caldas o Risaralda. Ahora piense en el agua que bebe, que probablemente nace en el Parque Nacional Natural Los Nevados, un tesoro que compartimos con el Tolima. Piense en los alimentos que llegan del Valle del Cauca, o en el riesgo latente de los volcanes Cerro Machín y Nevado del Ruiz, que no entienden de límites departamentales.
La interconexión de nuestros territorios es innegable. Los desafíos del agua, la economía, el clima y el riesgo a menudo trascienden las fronteras administrativas que históricamente nos han delimitado. Esto plantea una pregunta crucial: ¿La escala de nuestra administración actual es la más adecuada para afrontar estos retos complejos? ¿O es necesario repensar nuestra estructura regional, sopesando cuidadosamente los beneficios y las posibles complejidades de una integración más ambiciosa?
Lo que nos une: Los cimientos de la identidad regional
La hermandad entre Caldas, Quindío y Risaralda no es un eslogan. Es una realidad construida sobre pilares técnicos y culturales que nos definen:
- Un ADN cultural: La colonización antioqueña nos legó una historia, una forma de hablar y de habitar la montaña, materializada en el Paisaje Cultural Cafetero (PCCC), nuestro sello ante el mundo.
- Una geografía continua: Somos una misma ladera en la Cordillera Central. Nuestras cuencas hídricas están interconectadas; el agua no sabe de líneas imaginarias en un mapa.
- Un sistema urbano funcional: Armenia, Manizales y Pereira actúan en la práctica como una sola «metrópoli» o aglomeración interconectada, compartiendo servicios, mercados y flujos de personas.
- Un ecosistema interdependiente: Compartimos la misma biodiversidad y, por lo tanto, los mismos riesgos climáticos y geológicos. Lo que pasa en un departamento, afecta directamente a los otros.
Este bloque ha forjado una identidad sólida. Pero, ¿qué implicaciones tiene abrir el zoom y considerar una escala aún mayor?
Ampliando la mirada: La posible unión con Valle y Tolima
La reciente adhesión del Tolima a la RAP del Eje Cafetero y la potencial incorporación del Valle del Cauca abren un nuevo capítulo en esta dinámica regional. Esta ampliación plantea una serie de oportunidades, pero también importantes interrogantes sobre la viabilidad y las consecuencias de integrar territorios tan diversos.
Lo que nos complementa: La Cordillera Central es nuestra columna vertebral común: es la fábrica de agua, el corredor de biodiversidad y nuestra frontera de riesgo. La salud del río Cauca, vital para la agroindustria del Valle, depende de cómo cuidemos las cuencas en el Eje Cafetero. El Parque Los Nevados se presenta como el corazón compartido de esta posible macro-región.
Lo que nos desafía y tensiona:
- Doble militancia y lógicas distintas: El Valle ya pertenece a la RAP Pacífico y el Tolima a la RAP Región Central. ¿Cómo se gestiona esta «doble militancia» y las agendas priorizadas en cada RAP? El sistema urbano ampliado dejaría de ser un triángulo para convertirse en una red de ciudades con agendas muy diferentes: el Valle mira al Pacífico, el Tolima al centro del país y el Eje consolida su clúster de turismo y servicios.
- Ritmos y culturas divergentes: Las culturas políticas, las capacidades de los gobiernos y las vocaciones productivas no son las mismas. Integrar no es solo firmar acuerdos; es armonizar lenguajes, ritmos y expectativas, un proceso que puede ser lento y complejo, con el riesgo de generar frustración si no se gestiona adecuadamente.
- Complejidad en la gobernanza: Una integración tan ambiciosa podría ralentizar la toma de decisiones y la implementación de proyectos. ¿Será más difícil llegar a consensos entre un número mayor de actores con prioridades diversas?
- Posible dilución de la identidad: Aunque el Paisaje Cultural Cafetero es un fuerte ancla, ¿podría una macro-región tan diversa diluir la identidad y la narrativa propia del Eje Cafetero en un contexto más amplio con otras vocaciones y sellos?
La complementariedad es una promesa de desarrollo, pero sin una gestión inteligente y una clara definición de propósitos y límites, podría convertirse en un riesgo de fragmentación o de que las asimetrías existentes se acentúen.
El reto de la gobernanza: ¿Un club de amigos extendido o una empresa conjunta con nuevos desafíos?
La ley colombiana (Ley 1454 de 2011) ofrece herramientas, pero también plantea dilemas. Al diferenciar entre una RAP (Región Administrativa de Planificación), concebida como un «club de socios» voluntario y sin poder vinculante, y una RET (Región como Entidad Territorial), una «empresa conjunta» con autonomía y presupuesto propio, se nos obliga a considerar qué tipo de integración es la más pertinente y, a la vez, factible.
Para crear una RET, más poderosa y efectiva, los departamentos deben pertenecer a una sola RAP. Esto significa que la actual pertenencia del Valle y Tolima a otras RAP presenta un obstáculo legal para una integración más profunda y vinculante con el Eje Cafetero. Más allá de lo legal, surge la pregunta política: ¿Están los gobernadores y las dirigencias locales dispuestos a ceder protagonismo y parte de su autonomía en aras de una visión suprarregional?
El Paisaje Cultural Cafetero: ¿Eje articulador o diluido?
El PCCC es nuestro legado. Es una plataforma narrativa y una ética del cuidado que podría, en teoría, unir a los departamentos desde una sensibilidad común. Utilizar el PCCC como eje articulador permitiría que una macro-región se construya no solo desde informes técnicos, sino desde un sentido profundo de pertenencia al paisaje. Sin embargo, en una escala mayor, ¿logrará mantener su fuerza y relevancia como eje de integración o podría ser percibido como una agenda específica del Eje Cafetero que no representa por completo la diversidad de los nuevos miembros?
Unir no es uniformar: El desafío de las desigualdades y los nuevos equilibrios
Una integración exitosa debe reconocer las asimetrías. Las capacidades de planificación y la cultura de participación ciudadana no son iguales en todos los departamentos. Por ello, cualquier proyecto de macro-región debe crear mecanismos de mediación territorial robustos para asegurar que la voz de los más pequeños sea escuchada y que el desarrollo sea equilibrado. Sin esto, corremos el riesgo de diseñar una ficción administrativa sin conexión con la gente, donde las agendas de los más grandes o poderosos podrían eclipsar las necesidades de los demás. La ampliación de la RAP, ¿garantiza realmente una distribución equitativa de los beneficios y las cargas?
Conclusión: ¿Un futuro compartido o un camino incierto?
El marco legal existe. La geografía y el clima invitan a la reflexión. La historia nos da una base común. Pero la pregunta no es solo si esta integración es legal o geográficamente posible. La pregunta es si, como sociedad y líderes, estamos dispuestos a sopesar cuidadosamente todas las implicaciones, a asumir los riesgos y a construir una visión que no solo optimice recursos, sino que también preserve la diversidad, garantice un desarrollo equilibrado y evite que la búsqueda de una mayor escala no genere nuevas complejidades y tensiones que superen los beneficios esperados. La decisión de expandir la RAP del Eje Cafetero es un paso estratégico que merece un debate profundo y consciente sobre su verdadero impacto en el futuro de nuestra región.
Carlos Alberto Garzón Espinel
Arquitecto planificador urbano y regional, gestor de proyectos
carlosgarzon.urb@gmail.com
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