El urbanismo para la vida cotidiana se ha convertido en una prioridad en algunas capitales europeas. París con su ciudad de los 15 minutos, y Barcelona con su modelo de las supermanzanas, son algunos de los referentes más conocidos. Sin embargo, en las ciudades intermedias de Colombia (y posiblemente de gran parte del mundo) este urbanismo no existe en las agendas urbanas.
El urbanismo para la vida cotidiana se ha asociado, en algunas investigaciones publicadas, a la necesidad de repensar la funcionalidad urbana desde la perspectiva de género, es decir, desde la perspectiva de las mujeres trabajadoras, madres y “cuidadoras” por excelencia. A mí me gusta más pensar en el urbanismo concebido para mejorar la vida de sus habitantes, sin diferencias de género ni de ningún tipo, en todas sus formas y expresiones. Desde la perspectiva de que nuestra vida (la de tod@s, hombres y mujeres) es mucho más que un desplazamiento lineal “de casa al trabajo” en vehículo particular (o transporte público). Además de que este patrón “tradicional” se está transformando a un ritmo cada vez más acelerado, debido entre otros factores al auge del teletrabajo. En nuestra cotidianidad, tod@s trabajamos, pero también nos desplazamos a pie siempre que podemos para hacer multitud de tareas, como llevar a nuestros hijos al colegio; comprar alimentos; asistir a los centros de salud; cuidar de nuestros enfermos; visitar a nuestros adultos mayores; pasear a nuestros niños y/o mascotas; disfrutar del sol en un parque.
¿Por qué en nuestras ciudades no hay políticas públicas que se ocupen del tema? Y a propósito de lo anterior: ¿se le ha preguntado a las personas, qué necesitan para vivir en sus entornos urbanos, en términos de: movilidad sostenible y económica, proximidad a equipamientos básicos, zonas de juego para sus niños, relictos de naturaleza accesibles, limpios y seguros? A mí desde luego nadie me ha consultado, en los 10 años que llevo viviendo en Colombia. Tampoco en las otras ciudades en las que he vivido (Barcelona, España, y Paraná, Argentina). Los espacios de participación ciudadana para la construcción de los planes de ordenamiento territorial (que supuestamente se ocupan de establecer las condiciones para la vida en la ciudad) por lo general son sectoriales, es decir, convocan a las personas en torno a temas predefinidos (por ejemplo: medio ambiente, espacio público, equipamientos, movilidad, turismo, comercio) o por grupos sociales o poblacionales específicos (por ejemplo: comerciantes, constructores, ambientalistas, población LGTBI, entre otros); sin que éstos se relacionen entre sí. Para más inri, estos espacios de participación sólo se habilitan al inicio de la formulación de los planes. Con suerte, podría ser también en las instancias de revisión de mediano y largo plazo (es decir, cada 5 o 10 años).
El urbanismo para la vida cotidiana no existe en las agendas urbanas de muchas de nuestras ciudades. Nosotros, la ciudadanía, ¿vamos a esperar a que quienes toman las decisiones “de pronto” y cuando ellos lo consideren conveniente se decidan mejorar a la ciudad donde pasamos gran parte de nuestra vida? Es tiempo de despertar. Al reconocimiento de nuestros derechos como usuarios de la ciudad, y a la acción colectiva para exigir la mejora de la “infraestructura cotidiana”, aquella que soporta nuestras prácticas sociales y culturales, asociadas a la vida colectiva, al cuidado de las personas y, en definitiva, al bien común.
¿Tienes algún problema o situación en tu ciudad relacionada con la infraestructura cotidiana? Escríbeme sobre ello, y lo tendré en cuenta para un próximo artículo o como tema para nuestro próximo workshop.
Valeria Inés Barbero Obaid
valeriabarbero.arq@gmail.com