¿Puede el turismo salvarnos del turismo? Una reflexión sobre el arte de viajar conscientemente

Fuente de la imagen: Consorci de Turisme de Barcelona

La pregunta, simple y provocadora, me asaltó al conocer una campaña en Barcelona (España), la misma ciudad que, de manera paradójica, se interroga si la actividad que la nutre no la está, al mismo tiempo, consumiendo. A primera vista, la idea parece un absurdo. ¿Cómo puede una enfermedad ser su propia cura? Sin embargo, al reflexionar, la pregunta se revela como la paradoja esencial de nuestro tiempo, una que Alain de Botton explora profundamente en su obra «El arte de viajar»: ¿Qué buscamos realmente cuando viajamos y cómo nuestras expectativas a menudo nos alejan de la experiencia genuina?

Viajar, en su esencia, es un acto de descubrimiento, una forma de expandir la mente y de conectar con otras culturas. Es una búsqueda de aquello que nos hace sentir más vivos, más conectados con el mundo y, a menudo, con nosotros mismos. Pero en su versión masiva, industrializada y mediática, el turismo ha transformado esos mismos lugares que anhelamos conocer, despojándolos de su autenticidad. Nos hemos convertido en consumidores de experiencias más que en partícipes de una realidad. En esa vorágine, la pregunta del cartel cobra un sentido urgente: ¿cómo podemos recuperar el propósito original del viaje sin destruir lo que valoramos de él?

En la era digital, la brújula del viajero ya no apunta hacia el norte, sino hacia un hashtag. La búsqueda de autenticidad se ha convertido en una carrera para encontrar el rincón «perfecto» para una foto en Instagram. Lo que antes era un tranquilo callejón en Lisboa, una playa secreta en Tailandia, unas laderas tapizadas de verde y bosque con esbeltas palmas de cera en Salento (Colombia) o una tienda de artesanía en el Cusco, se transforma en un escenario para la foto ideal. Esta masificación despoja al lugar de su esencia, convirtiendo paisajes y barrios que antes tenían vida propia en meros decorados. Los residentes, que antes compartían su vida, ahora actúan como telones de fondo. La cultura deja de ser algo que se vive para convertirse en una mercancía. Es una ironía que, en nuestra búsqueda de lo único, acabemos homogeneizando el mundo. Como De Botton nos recordaría, a menudo proyectamos nuestras fantasías sobre los destinos, y al encontrarnos con la realidad, que incluye lo mundano y lo imperfecto, nos sentimos defraudados, recurriendo a la «prueba» de la imagen para validar un viaje que quizás nunca vivimos plenamente.

Claro, no podemos ignorar la doble cara de la prosperidad. El turismo es, sin duda, un motor económico vital. Genera millones de empleos y sustenta a comunidades enteras. En un intento por equilibrar la balanza, ciudades como Barcelona apuestan cada vez más por un «turismo de calidad» o de lujo, buscando visitantes que gasten más y se queden más tiempo, como la red de agencias Virtuoso ha reconocido. Sin embargo, este enfoque no resuelve la paradoja, sino que la complejiza. Si bien mitiga la masificación física, exacerba otras tensiones. El encarecimiento de los alquileres, la gentrificación y la transformación de la ciudad para servir al turista de alto poder adquisitivo son problemas reales. El turismo masivo es la tercera mayor preocupación de los barceloneses, y los efectos son palpables en el día a día.

Entonces, ¿puede el turismo salvarnos del turismo? La respuesta no es dejar de viajar, sino, como De Botton nos invita, cambiar la forma en que lo hacemos. El cartel de Barcelona Turisme no invita a la prohibición, sino a la reflexión profunda sobre nuestro propio comportamiento como viajeros. Apela a un «turismo más consciente», una forma de viajar que va más allá de la mera actividad económica o la acumulación de imágenes. Requiere que cada uno de nosotros asuma la responsabilidad de sus decisiones: apoyar a los negocios locales, sumergirse con respeto en la cultura del destino y buscar una conexión genuina en lugar de una foto efímera. Se trata de pasar de ser un consumidor a ser un participante, de un turista a un verdadero viajero que no solo ve, sino que observa, reflexiona y se deja transformar por el lugar. Solo así, con un cambio de mentalidad colectivo que priorice la curiosidad, la apertura y la introspección, podremos redescubrir el verdadero propósito del viaje y, quizás, salvarnos de la versión desalmada de nosotros mismos que busca consumir el mundo en lugar de habitarlo.

 

Carlos Alberto Garzón Espinel Es arquitecto planificador urbano y regional, planificador del turismo y project manager en edificación.

carlosgarzon@locilab.org

2 respuestas a «¿Puede el turismo salvarnos del turismo? Una reflexión sobre el arte de viajar conscientemente»

  1. Carlos buenas noches. Totalmente de acuerdo con la reflexion de pasar de un consumidor a un participante, de un turista a un verdadero viajero que no solo ve sino que observa reflexiona y se deja transformar por el lugar.ayer que pase en barcelona y vi el letrero con tan buena pregunta, no dude en compartirtela.un abrazo.

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