En el contexto de las elecciones municipales en Colombia, la democracia se convierte en un escenario crucial para determinar el rumbo de nuestras ciudades y comunidades. Más allá de ser simplemente un sistema de elección, la democracia representa una oportunidad para moldear nuestro futuro colectivo. En un mundo donde las sociedades exigen transformaciones profundas, se vuelve imperativo explorar alternativas que nos conduzcan hacia una democracia más participativa y saludable.
En este sentido, una idea ha emergido con fuerza: ¿por qué no considerar dentro del sistema electoral el voto por «programas de gobierno ciudadano» en lugar de hacerlo por los candidatos individualmente? Esta propuesta, en apariencia simple, encierra un potencial revolucionario para transformar la política en una herramienta verdaderamente representativa y orientada al bienestar ciudadano.
El acto de votar por «programas de gobierno ciudadano» va más allá de la elección de líderes; es un gesto que afirma que la participación ciudadana es fundamental y que el poder debe ser compartido de manera equitativa. Al centrar nuestra atención en los programas, evitamos la excesiva concentración de poder en una sola figura y fomentamos la responsabilidad colectiva en la toma de decisiones políticas.
Por supuesto, esta propuesta no está exenta de críticas y desafíos. Quienes defienden el voto personalizado pueden argumentar que esta estrategia subyuga la voz ciudadana y minimiza la relevancia del liderazgo individual. No obstante, el núcleo del debate reside en cómo construir una democracia que refleje y promueva los valores de la sociedad que deseamos ser.
Para que esta idea se materialice, el proceso de construir y elegir «programas de gobierno ciudadano» debe ser transparente y participativo desde su génesis. Consultas públicas, diálogos inclusivos y la apertura de datos son elementos esenciales para involucrar a la comunidad y forjar confianza en la toma de decisiones políticas. La colaboración entre ciudadanos, líderes políticos y organizaciones de la sociedad civil es vital para diseñar propuestas concretas que se ajusten a las necesidades reales de la sociedad.
Un ejemplo inspirador reside en el caso de Madrid, España, donde la plataforma Ahora Madrid ganó elecciones municipales en 2015. Implementaron iniciativas que fomentaron la participación ciudadana y mejoraron la transparencia en la gestión pública. Aunque los resultados fueron mixtos, este ejemplo demuestra que es factible integrar la voz ciudadana en la toma de decisiones políticas a nivel local.
La tecnología de participación, como la plataforma Decidim, puede desempeñar un papel fundamental en esta iniciativa, permitiendo procesos políticos de diversos tipos, como votaciones, debates y consultas de autoorganización. (ver más en https://decidim.org/es/ )
La propuesta de votar por «programas de gobierno ciudadano» nos insta a reconsiderar nuestra manera de abordar la política. Es un recordatorio de que la democracia va más allá de votar; implica involucrarse activamente en la construcción de políticas que reflejen los valores y aspiraciones de la sociedad. Aunque existen argumentos en contra, es esencial considerar cómo empoderar a la ciudadanía y garantizar que sus voces sean escuchadas en el proceso político.
En última instancia, la democracia saludable se construye con la participación ciudadana como piedra angular, compartiendo la responsabilidad de construir el futuro. La elección de líderes es solo una parte del proceso; la verdadera transformación surge cuando colectivamente elegimos programas de gobierno que reflejen nuestras aspiraciones y necesidades. La democracia no debería ser simplemente un acto, sino una fuerza que impulse el cambio y la mejora constante.
Este cambio en el sistema electoral podría ir acompañado de aspectos como que los «planes de gobierno ciudadano» se construyan en el último año de gobierno de los municipios y que la nueva administración empiece en firme implementándolos no como un «líder», sino como un equipo de gobierno idóneo, de forma ágil, al plan de desarrollo.
Concluyo con varios interrogantes para alimentar este debate:
-
- ¿Podría el voto en blanco representar ese «programa de gobierno ciudadano» o al menos constituirse (por ahora) en un plebiscito para un cambio estructural en el sistema electoral?
- ¿Funciona realmente el voto en blanco como una especie de «purgante» político para un municipio?
- ¿Es posible construir un programa basado en una visión de largo plazo y el consenso de una mayoría inconforme pero resiliente y constructiva, que se imponga en futuras disputas electorales?
Estoy de acuerdo en votar por programas y no por personas, pero me parece que votar en blanco no es coherente con esta propuesta.