Es un lugar de encuentro entre agua y montaña; viento y lluvia; verde y mineral.
Las poderosas ráfagas de viento frío y húmedo; la abrumadora presencia del agua revolviéndose y desmayándose en el río; la sensación de ser pequeños, casi insignificantes, frente a este muro vertical, trepidante y líquido, de más de 50 metros de altura… nos indican que ya hemos llegado, y que ha valido la pena el recorrido.
Para llegar hasta aquí, hemos de comenzar la ruta en el municipio de Calarcá y tomar dirección hacía “el antiguo matadero municipal”.
Hasta aquí lo mejor es llegar en carro. Podremos bajar por este medio hasta el encuentro del camino con el río Santo Domingo. El día que fuimos, unos hilos de agua bajaban la montaña creando profundos surcos en el camino de tierra que conducía hasta el río, en plena temporada de invierno más el fenómeno de la Niña. Estamos en un invierno atípicamente lluvioso; el agua busca su camino por donde puede, y dado que no tiene ninguna canaleta o zanja adecuada para circular, discurre erráticamente por la misma vía que utiliza la gente de la Virginia, o nosotros mismos para llegar hasta el río.
Llegamos hasta el Santo Domingo… y nos encontramos con la sorpresa de que el camino que conduce a los Chorros ha desaparecido. En su lugar, la tubería de provisión de agua potable, completamente expuesta, continúa la traza del camino, hasta enterrarse nuevamente en la montaña.
Debemos caminar, con sumo cuidado sobre la tubería expuesta, para poder continuar el recorrido. El río está turbulento y marrón; cargado de sedimentos debido a las copiosas lluvias. Hasta aquí llega gran cantidad de material de arrastre.
El primer tramo del sendero discurre por campos de pastoreo aterrazados sobre la ladera de la montaña. Caminamos bordeando el cercado, con la cuenca del río a nuestra derecha.
Con las mismas piedras del río, redondeadas y uniformes, está construido el siguiente tramo del sendero; un recorrido fresco y umbroso, a lo largo del cual encontramos árboles, matas de heliconias, y otro tipo de floración autóctona. El propietario del terreno (en el cual se encuentra “Los Chorros”) lo construyó pensando en atraer turistas facilitándoles la llegada por este medio. Pero después de un trecho de aproximadamente 20 minutos el sendero se interrumpe abruptamente, dando paso nuevamente a una huella de tierra.
Es entonces cuando nos sentimos más vulnerables: la senda es apenas un filo que bordea la montaña. Caminamos a media altura entre la turbulenta cuenca del río Santo Domingo; el bosque y algunos cultivos de café.
Cada tanto un pequeño curso de agua se interpone en nuestro camino; en este territorio es inevitable mojarse los pies si no se llevan unas típicas “botas pantaneras”. Es importante llevar un calzado de buena adherencia al terreno, porque hay tramos resbalosos, y corremos el riesgo de desbarrancarnos.
La caminata puede durar unos 30 minutos a paso vivo; pero deteniéndonos y cuidando el paso (lo cual es inevitable debido a la humedad del suelo) podemos tardar casi una hora.
La llegada a “Los Chorros” se da después de pasar dos chorros más pequeños, que atraviesan literalmente la senda. No empaparse es prácticamente imposible… a menos que llevemos una capa impermeable y tengamos la precaución de envolvernos bien en ella.
Un rumor trepidante a la vuelta de una curva nos anuncia la llegada a nuestro punto de destino. Estamos en invierno; el río corre indomable y turbulento. Los rescoldos adonde la gente tradicionalmente (en verano) se detiene a merendar están cubiertos por el agua. Al acercarnos al muro de agua una ráfaga fría y húmeda nos estremece; el ruido de la catarata es tal que no podemos oírnos.
Me preguntan qué se podría hacer para “adecuar” este espacio para el turista…
Mi única sugerencia es mejorar las condiciones del camino en algunos puntos del recorrido, debido a que por la cantidad de agua superficial resulta resbaloso en algunos puntos.
La traza del acueducto es una traza que hemos ido siguiendo; un improvisado camino paisajístico a partir del cual hemos podido reconocer las señas de identidad naturales y geográficas de este territorio. La adecuación de este sendero, a partir de una pavimentación puntual en tramos determinados y la colocación de barandas en zonas de riesgo, debe ser cuidadosa y minimalista, para no interferir con la percepción del paisaje.
Este lugar, punto de encuentro entre el agua y la piedra, el rumor y el silencio, no necesita nada más para impresionarnos, conmovernos y acercarnos a la naturaleza.
Recomendación: Ir acompañado de un guia conocedor de la zona e informarse de las restricciones para recorrer el área por posibles e inesperadas crecidas del rio.
Más información en: CRQ (Corporación Regional Quindío) Dirección: Calle 19N # 19-55, Tels. (57) (6)7460600 Fax: (57) (6) 7498021 – Línea gratuita: 018000916625